Podría.
Podría. Claro que podría tener un corazón como superlativo de coraza, eso lo haría todo más sencillo. Podría preocuparme un poco más por mi y menos por los demás por eso que dicen que cuando uno empieza a quererse es cuando comienza el mayor amor de su vida. Podría pegar todas las cartas que forman mi castillo de naipes y así convertirlo en indestructible, que ni el más fuerte viento pudiese derribarlo. Podría dejar de leer menos, dejar de cultivar mi imaginación y centrarme en estudiar más cifras que es lo que mueve el mundo. Podría pensar en el millón de posibilidades que pueden ocurrir antes de actuar. Podría dar más la razón y menos el coñazo. Podría ser más insensible, más pasota, dejar que todo pase y resbale, ser como esos cabezas hueca de los dibujos animados en los que igual que algo les entra por un oído les sale por el otro. Podría poner todas las cartas de la baraja sobre la mesa y elegir la mano más conveniente, la más fácil para ganar, pero soy más de meritocracia. Podrí