¿Entelequia?
Entelequia, dícese de aquella cosa, persona o situación
perfecta e ideal que solo existe en la imaginación. Te has convertido en mi
entelequia después de saber que existes, y aquí me dejas creyendo que solo
existimos en mi imaginación, que solo yo vi todos esos colores reencarnados en
el verde de tus ojos. Y supongo que sigo creyendo en todo eso que me hiciste ver
aunque solo viva en mí, porque siempre he pensado que correr detrás de los
trenes aunque ya hayan cerrado las puertas es la mejor actitud ante la vida.
Y por supuesto que no eras para tanto. Eras para más.
Contigo todos los desastres naturales ocurrían en mi interior, llevándose a su
paso todos los muros que había construido contra alguien como tú. Alguien que
me hacía volver a creer en la humanidad, en que aunque es verdad eso de que
estamos de sobra enteros por dentro, hay personas que suman y multiplican.
Alguien que saca la mejor versión de ti, todo eso que ni tú sabías que eras
capaz de sentir, dar y compartir. Alguien que trae el verano cada vez que dice
que se queda. Alguien por quien tiras por tierra todas tus manías y todo
aquello que te enfadaba se diluye cada vez que te sonreía. Alguien que te hace
por primera vez en tu vida querer hacerle un hueco en tu mundo para que no se
vaya a Alaska. Alguien por el que saltar al vacío sin saber lo que había abajo,
pero cualquier sitio era bueno si era a su lado. Alguien que te hizo creer que
en las serendipias y por quien le diste sentido a ese "siempre". Alguien
que sin saberlo cambió el cartel de cerrado por uno en letras mayúsculas
"abierto para ti". Alguien que consiguió eliminar mis vértigos cada
vez que anclaba la cama a la tierra con su presencia. Alguien que suponía mi
caos y mi control, mi enfermedad, pero sobre todo mi cura. Alguien que no era
el pájaro que se quedaba en mano, sino aquellos ciento volando. Alguien con
quien asaltar todos los fotomatones del mundo y dejar vuestro beso guardado en
ese metro cuadrado. Alguien con quien dejarse llevar no sonaba bien sino mucho
mejor. Alguien que se había convertido en tu plan A, B y todo el alfabeto
entero. Alguien con quien un sofá se hacía inmenso si no le rozabas. Y todos
esos alguien eras tú, para mí.
Pero me echaste, cerraste con un portazo en mis narices y
sellaste puertas y ventanas con "no puedo", justo cuando entraba a
una eternidad a tu lado. Y yo, ilusa de mí, me puse la venda en los ojos en
lugar de donde dolía, porque siempre me he negado a aceptar los imposibles.
Juro que desde que te vi, supe que había luz al final del túnel, donde estaban
tus manos, esas que tan poco te gustaban y tan a salvo me sentía en ellas. Y desde
que no estás se ha instalado el invierno
y parece que tiene ganas de quedarse por todo eso de tener el pecho cerrado a cal y canto.