Aprendí

La sociedad nos ha enseñado que no te puedes enamorar de alguien de tu mismo sexo y muchísimo menos de las personas independientemente de su género, que eso es de viciosos. Nos ha enseñado que llorar está mal, que eso es de débiles y más aún cuando se trata de hombres. Nos ha enseñado que es más fácil deshacerte de lo que parece no funcionar en vez de ver los por qués e intentar arreglarlo. Nos ha enseñado que no debemos mirar hacia atrás, pero a veces es donde dejamos a las mejores personas por miedo. Nos ha enseñado que hay que pelear por llevar la razón en vez abrir miras. Nos ha enseñado que hay que ser egoístas, el dolor ajeno vale menos que el propio. Nos ha enseñado que un clavo saca otro clavo sin avisarnos del agujero que deja el anterior. Nos ha enseñado que la belleza está en una talla y un cuerpo perfecto en lugar de en las imperfecciones que nos diferencian del resto. Nos ha enseñado que los celos son porque te importa la persona y no, si de verdad te importa la quieres ver volar y si de verdad le importas querrá volar solo contigo. Nos ha enseñado que nuestro valor depende del número de likes. Nos ha enseñado que para lavar conciencias solo hay que ir a la iglesia, la verdad es que lo que no ensucias no tienes que lavarlo. Nos ha enseñado que para olvidar solo hace falta salir de fiesta a buscar sustitutos sin pensar en que solo se necesita tiempo. Nos ha enseñado que la mejor manera para que nos valoren es enseñar que tenemos a 80 detrás y eso es muy triste. Nos ha enseñado que las mujeres cuanto más calladitas, más guapas. Nos ha enseñado a desprendernos de la gente que nos quiere de verdad y amar a quien no nos quiere.

Pero no es así.


Aprendí que las mejores cosas de la vida se hacen con los ojos cerrados pero no tapados. Aprendí que el corazón aprende a base de golpes. Aprendí que existe antes el gris que el negro pero nos obcecamos en los extremos. Aprendí que del amor al odio solo hay un paso y 41 gestos que te rompan el corazón. Aprendí que pensar en olvidar solo te hace recordar. Aprendí que compartir canciones favoritas es abrirse en canal hacia la otra persona. Aprendí que estamos rodeados de vida y nos empeñamos en destruirla. Aprendí que los domingos los enamorados dan un poquito más de asco cuando te sientes sola. Aprendí que no quiero lo que cualquiera puede tener. Aprendí que a veces hay que parar para seguir. Aprendí a dejar la puerta abierta y quien no quiera estar que se vaya, porque en ese caso no soy yo quien pierde. Aprendí a quedarme al lado de quien me hace bien. Aprendí que quien te quiere no te busca porque nunca se va. Aprendí que perder el tiempo solo es sinónimo de no estar con la persona que quieres, esa que te saca las sonrisas más sinceras y la mejor versión de ti mismo. Aprendí que imaginar y planear un mundo a su lado solo sirve para que duele más al desmoronarse. Aprendí a dejar de echar de menos a quien me echa de más. Aprendí que las batallas no son cosa de uno y luchar por quien no mueve un dedo por ti es una derrota asegurada. Aprendí que las noches y los domingos son inspiradores. Aprendí que las 28 razones para intentarlo eran 0 para ti. Aprendí a valorarme, a saber qué o quién merece la pena y quien solo está de paso o por interés. Aprendí que unos ojos podían convertirse en mi hogar. Aprendí a perderme en una piel que no era la mía y sentirme a salvo. Aprendí a desenmascarar comportamientos sin sentido. Aprendí que quien mucho se ausenta pronto deja de hacer falta. Aprendí que dar todo no implica recibir todo. Aprendí sobre todas las cosas que aún me queda mucho que aprender.

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