Nos matan.

Estoy cansada de ver que abren los telediarios con “aparece una mujer muerta…”, no señores. No aparece, y muchos menos muerta. Se trata de un asesinato. Estoy cansada de ver que nos matan, que deciden acabar con nuestra vida, como si no valiese nada, como si no pudiese seguir lejos de esa bestia. Nos matan desde que les enseñaron que sólo ellos podían y debían ser los fuertes, que su misión era protegernos. ¿Protegernos de qué? Sólo necesitamos protección de ellos. Y hasta eso podemos hacerlo solas. Nos matan aún más desde que decidimos levantarnos tras tantos golpes para no dejarnos matar, para acabar con ese patriarcado que nos incapacita. Nos matan cuando el Estado deniega fondos para la lucha contra la violencia de género, cuando se niegan a homenajear a una mujer asesinada porque sólo es una. Y claro, una no significa nada. Nos matan simbólicamente con cada insulto, con cada violación e incluso con cada halago lascivo por la calle, como si nos importase su opinión. Como si necesitásemos que un hombre nos levante nuestro amor propio. Como si no nos quisiésemos sin su aprobación. Pobres ignorantes. Nos matan cuando nos excluyen de las guerras o de un trabajo forzoso, cuando nos hacen menos válidas sólo para validar su ego de machitos. Nos matan cuando nos destinan únicamente a la reproducción y nos mutilan; y nos matan igualmente cuando nos sentencian como objetos de placer, nos secuestran y nos obligan a ejercer la prostitución. Cuando nos venden para atraer a hombres que compren sus jodidos coches, desodorantes, relojes, perfumes y un largo etcétera. Nos matan al cobrar menos, al ver que pocas veces ha habido una presidenta del gobierno mujer o cuando nos suprimen sutilmente la posibilidad de estudiar determinada carrera. Nos matan desde el lenguaje, cuando nos hacen ser hombres a la fuerza aunque haya uno solo entre mujeres. Porque claro, 99 mujeres + 1 hombre = todos, en lugar de todas. De siempre. Viva la lógica. Nos matan cada vez que la sociedad calla un mal gesto en público, un golpe o una humillación.
Que no, que me niego a creer a Sabina, que los amores no matan. Que el amor no son celos, no es control, no es mirar el móvil mientras está en la ducha, no es cambiar su forma de vestir, no es decidir con quién salir o no, no es decidir por la otra persona. Que no, que todo eso no es amor. Que la gente que hace eso me niego a creer que ama a su pareja.
Porque cada vez que golpean, humillan, violan, desprecian, matan a una mujer, nos lo hacen a todas. Nos lo hacen a todos. Y lo hacen porque buscamos nuestro lugar en la sociedad y en la pareja, porque queremos una igualdad que no tenemos, porque queremos tener voz propia, no seguir tras las sombra de un hombre, porque hemos dicho basta a la sumisión. Nos matan. Y cuando más nos matan es cuando la sociedad se calla ante nuestras muertes.

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