La suerte es una actitud.
Hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida y seguimos sin
entenderlo. Sin valorarlo. Como ver un trébol de cuatro hojas mientras buscabas
una zona que no estuviese muy húmeda para sentarte a escribir. Como la primera
vez que identificaste que lo que sentías en la tripa, no era hambre sino
dragones que deseaban salir a verle porque seguían sin creer su existencia. Sí,
dragones sin creer en humanos como él. Como conocer que dos ancianos han salido
en las noticias por haber muerto a la vez, cogidos de la mano. Como cuando fuiste
a las rebajas y encontraste los zapatos que te gustaban y encima había de tu
talla. Como las primeras veces, que a veces sólo eran las primeras veces en
las que de verdad sentías. Como conocer a la persona con quien te entiendes sin
ni siquiera hablar, y de repente no te sientes tan sola en el mundo. Como
cuando te tocaron dos tazos en una bolsa de chetos. Como la primera vez que tu
madre te recomendó un libro y ya no pudiste salir de ahí. Como cuando le
miraste y supiste que habías encontrado tu lugar en un mundo en el que no
terminabas de encajar, y resultó que era a su lado. Como encontrar a la primera
las llaves en el bolso que te llevas a la universidad. Como ver un atardecer en
una playa de Cádiz en silencio. Como la primera vez que conseguiste emocionar a
alguien sólo con el simple hecho de enlazar palabras que contaban sentimientos
comunes.
Hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida y no las
disfrutamos. Ni siquiera nos sentimos afortunados de que eso nos esté pasando a
nosotros, en un momento cualquiera mientras que el aleteo de una mariposa pueda
estar provocando un huracán en la otra parte del mundo. Ni siquiera lo cuidamos
para que se alargue hasta darnos cuenta de que la suerte está en ese tipo de
cosas. Porque la suerte siempre ha sido una actitud. Pero claro, es más fácil
pensar en todo eso que nos falta sin mirar lo que estamos teniendo y muchos
quisieran, por eso de que "cuanto más tienes más quieres".
Pero hoy me he despertado con la sensación de estar llena a
pesar de lo que me falta. Porque no. Hoy no me ha importado todo eso que me
gustaría tener y me he dado cuenta de todo lo que tengo. Seguramente no ha sido
el mejor despertar de mi vida, pero siento que he crecido como persona al darme
cuenta que no necesitaba más que estar. Respirar. Existir. Y verlo claro justo cuando
me comía mi tercera onza de chocolate milka mientras miraba a través de la
ventana de mi cuarto los rosales que se abren paso entre los edificios de
Madrid.