Serendipias lo llaman.
No sé en qué momento me enamoré del amor. No sé si fue con
las películas de Disney o a base de leer novelas románticas en las que el amor
siempre triunfaba. Pero siempre he creído en él. No en esa clase de amor en el
que eres el 50% de ti, y te falta el otro 50. No, más bien en ese amor que te
convierte en el 50% de algo que pasa a formar parte de ti sin que tú dejes de
ser el cien por cien de ti mismo. En esa clase de amor del hilo rojo y las
personas predestinadas. Pero sobre todo, creo en la clase de amor entre almas
gemelas. Porque sí, existen. ¿Que por qué lo sé? Porque lo he vivido. Porque en
algún momento de mi vida la encontré. O eso creía.
Seguramente la conozcas una noche cualquiera, en un sitio
cualquiera. No te hará falta saber su nombre o escuchar su voz, simplemente lo
sabrás. Y seguramente a partir de ahí todas tus verdades y principios serán
relativos, porque habrá algo por encima de ellos, ese algo que siempre será
absoluto: él o ella. También seguramente lo sabrás cuando no haya nada ni nadie
más allá de él ocupando tu cabeza hasta en sueños. Pero hay un punto de
inflexión, un momento en el que te das cuenta de la certeza de que ahí está la
pieza que termina el puzle que tú mismo eres. Esa pieza que no buscabas, porque
ya podías ver el paisaje que formabas a pesar de esa falta, la que termina por
hacerte ser más tú que nunca. Esa persona que te hace sentir que ya no te hacen
falta alas, que en la tierra ya está él para hacerte volar. Y es cuando parece
que se te cae la venda de los ojos para ver que el amor iba más allá de todo lo
que creías, más allá de querer hacer feliz a alguien. Que consistía en querer
que ese alguien se haga siempre feliz, aunque sea sin ti.
Pero también un día cualquiera puede que quien creías tu
alma gemela decide dejar de serlo (o quizás sólo lo era para ti). Y pasa a
convertirse en ese arco iris que cuanto más intentas acercarte más se aleja,
llevándose con él todos los colores de tu vida. Lo bonito de todo esto es que
llegues a sentirlo, como yo, que en otro punto del planeta estaba alguien que a
base de sumarme, me completaba. Quizá no era la pieza que terminaba el puzle y
era la que lo empezaba, pero a partir de ahí sabes que existe. Y parece que
estás menos sola en el mundo, pase el tiempo que pase.
Si todo esto os suena de algo, si sentís que conocéis a
vuestra alma gemela, mantenedla si está a vuestro lado y si no, haced lo que
sea por alcanzarla. Porque hay cosas que ocurren solo una vez en la vida.
Serendipia lo llaman.